Noches en cuarentena: cuando todos duermen

IMG_7886Es tarde, tardísimo, lo dicen las agujas del reloj de mesa que muevo de sitio cada vez que quiero concentrarme. Tic-tac, tic-tac. Siempre la misma cadencia, ajena a las emociones que hacen que el tiempo pase volando o se detenga. El segundero se escucha más por la noche, cuando todos duermen. El silencio y la oscuridad exterior también confirman que vuelvo a acostarme a deshora.

Desconozco si la forma de dormir dice mucho de cómo somos, pero seguramente define cómo estamos. No si lo hacemos boca arriba, boca abajo o de lado, enroscándonos sobre nosotros mismos hasta recuperar la posición fetal. De protección. Hablo del momento en el que nos rendimos al sueño o cuántas horas seguidas de descanso somos capaces de encadenar. Puede que el confinamiento haya afectado a mi ritmo diario; la cuestión es que vuelvo a trasnochar. Creo que basta cualquier desajuste para romper con ciertos hábitos. Influye que todo cobra mayor apetencia después de cenar: las películas, los libros, las videollamadas.

De mis dos primeros años universitarios, cuando estaba en la residencia, tengo una escena grabada. Llegaban los exámenes y las manecillas del reloj parecían acelerarse de forma que la noche hacía su aparición antes de lo previsto. Los últimos pasos por los pasillos transcurrían más cautelosos. A partir de ahí todo se ralentizaba y yo encontraba el mejor momento para estudiar. Con el amanecer, ejercía de despertador en la habitación de al lado. Nos dábamos los buenos días, y los diurnos tomaban el relevo. Bajaba la persiana hasta que no entrase un rayo de luz y dormía hasta la hora de comer.

Ahora, sin embargo, no existe una relación directa entre la hora a la que me duermo y a la que me despierto. Sí a la que me levanto, pero el plegar de los parpados es involuntario. Tengo la fortuna de dormir bien, de un tirón, pero nunca hasta tarde. Dicen que eso, como las primeras canas o pensar demasiado, es hacerse mayor. Puede que aquí si exista una ligazón: ¿pensar mucho propicia la aparición de las canas y la desaparición del sueño? Está claro que éstas son preguntas de altas horas. Cuando hacemos un repaso de cómo fue el día, de los planes para el siguiente. Pasado, presente y futuro. Todo cabe en una noche.

No soy la única que todavía permanece en pié. Hay luz al otro lado de la ventana. Levanto la mano y saludo. No se percatan pero asomarse al mundo exterior y no dedicar un gesto de complicidad a los que están ahí fuera (o, mejor dicho, en otros interiores) me parece tan extraño como habérselo dedicado hace unos meses.

Ya no hay película, ni nada, de fondo, y el tic-tac se vuelve a oír ligeramente. Me gusta el silencio, pero vivo con miedo a que se rompa. Los ruidos nocturnos tienen un poderío superior a los diurnos: un ligero crujir del suelo o una ventana mal cerrada que se golpea son siempre un ladrón ante el que ponerse a la defensiva, con el palo de la escoba en la mano y la pregunta más tonta del mundo en los labios. ¿Quién anda ahí? No quiero imaginar la cara que se me quedaría si una voz desconocida responde mostrando interés por dónde se encuentran los objetos de valor. Hay cuestiones para las que es mejor no conocer la respuesta. Como cuando preguntas a la persona que te gusta hacia dónde vais y responde que a ninguna parte.

Son las tres de la madrugada, calculo que dormiré unas seis horas y el día volverá a empezar. En el tiempo que nos ha tocado vivir, que marca el transcurso de nuestra existencia, todo queda supeditado a ese otro tiempo, el que mide el reloj para que sepamos cómo administrarlo. Estoy pensando que quizá el confinamiento ha cambiado la forma en la que nos asomamos ante el tiempo que tenemos y que con los años se tiende a dormir menos porque tememos que esté por agotarse. Puede, también, que ya no esté pensando con claridad, al fin y al cabo el tic-tac no se detiene y ya hace un rato que pasan de las tres.

4 comentarios sobre “Noches en cuarentena: cuando todos duermen

  1. Los hàbitos son difíciles de dejar y si estàs acostumbrado a levantarte a una hora dererminada, lo seguiràs haciendo, aunque ante tì aparezca un largo dìa que,a veces, se hace interminable.
    De todas las experiencias se extraen conclusiones y ésta no va a ser diferente. Procuremos quedarnos con lo positivo

    Me gusta

  2. El confinamiento al suponer que se tienen las 24 horas del día para enfrentarse uno con sigo mismo va constituir un auténtico examen personal.
    No valen los pretextos de siempre (no tengo tiempo..se hace tarde..) por lo que cada cual sabremos de primera mano la capacidad que tenemos para enfrentarnos a los retos de la vida..pues éste, aunque excepcional, no deja de ser otro más.

    Me gusta

  3. O silencio da noite é tan profundo que crea adicción. Cando o sono non se pon da miña parte, xa aprendín a organizar as horas que lle roubo. Sobre todo, bótome a ler con fame atrasada. Ou déixome estar, pasmando… Ao fin e o cabo, ese tempiño de insomnio non está inventariado nin para o traballo doméstico, nin como achega económica… O silencio hiptotízame, atráeme coma un océano inaudible, guíndame contra a poesía que aniña nos miolos, caladísima e expectante. Besta nocturna.
    É o momento de comentar no Último renglón…

    Se a rede colabora, claro, e non quedou a durmir no satélite que vixío día e noite.

    Le gusta a 1 persona

  4. Yo creo que lo mejor es crear una rutina y mantenerla para no yrastocar mucho nuestro día a día, no tiene que ser muy estricto, se puede descansar de ella algún día, pero una rutina nos ayuda aque nuestro organismo adquiera una organización interna que lo prepara para el descanso

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario