
En un año hay muchas canciones, en una vida solo unas pocas. Son las que devuelven a lugares y alteran el ánimo de quien las escucha. Las que pasa el tiempo y siguen grabadas en la memoria como ese ¡Hola, hola! con el que Pepe Domingo Castaño recibía a sus oyentes en la radio y conseguía ponerme la piel de gallina cuando era niño. Es la misma sensación que se produce cuando suenan esos temas que demuestran que no hace falta el factor sorpresa para causar asombro. Es difícil recuperarlos todos para una pequeña publicación pero vamos a intentarlo. Empecemos por el final.
¿Habéis visto la película Bohemian Rhapsody, que repasa, con mayor o menor acierto, la vida de Freddie Mercury? La recomiendo encarecidamente. La última vez que esa emoción recorrió mi cuerpo fue cuando empezaron a sonar los primeros acordes de la canción que da nombre al filme. Mi mente voló a los JJ.OO. de Barcelona 92’. Con Mercury ya fallecido, se recreó su actuación con Montserrat Caballé en Montjuic interpretando Barcelona. Veintiséis años después la potencia del tema me sigue resultando fascinante.
Hay otra canción que no puede faltar en mi lista, Fix You, de Coldplay. Comparte la misma virtud que la de Queen: cuánto más la escucho más me gusta. Y eso tiene verdadero mérito. Tanto como conseguir trasladarme a la adolescencia de la mano de series como The OC. Sonó en una escena entre Seth Cohen y Summer Roberts y formó parte de la banda sonora de Scrubs, The Newsroom y Cinco Hermanos.
A las canciones que resultan grandiosas por su temática o estilo musical hay que sumarle aquellas que, sin saber muy bien porqué, nos marcaron en algún momento. En mi caso se trata de Sister Golden Hair, de América, que me devuelve a la infancia. Cuido las veces que la escucho, como si con cada reproducción se fuese consumiendo la mecha que la hace especial para mí. Parece que la música te devuelve momentos dentro y fuera de la pantalla. Se empareja sin esfuerzos con todo lo que la envuelve al tiempo que regala nuevos instantes.
¿Y si solo pudiese escoger una? La elegida, sin duda, sería Mama, de Il Divo. No hay en el mundo muestras de cariño suficientes para devolver a las madres todo lo que hacen por sus hijos, pero su carta en forma de canción pone palabras a ese agradecimiento infinito que va en la otra dirección. Es el claro ejemplo de la capacidad que tiene la música para emocionar.
Pues yo me quedo con Elvis…la capacidad para combinar rock con preciosas melodías es insuperable…un genio en toda regla.
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Cada vez que oigo a Neil Diamond, me traslado a mis años en Santiago. En efecto hay canciones que nos llevan a momentos que ya forman parte del pasado y que vuelven a nuestra memoria al oírlas.
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Los creedence….era la cinta q teníamos.La escuchábamos una y otra vez, muy felices.
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La música nos acompaña en todo momento. Es capaz de despertar emociones y estados de ánimo.
Es creatividad en sí misma. Es un lenguaje universal de comunicación entendida por todos.
La música es un arte poderoso. El tipo de música que escuchamos nos impulsa hacía un comportamiento o hacía otro. La música es tán importante para el ser humano porque conecta con faceta espiritual. Va mucho más allá de las ondas sonoras.
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Sublime esa observación de “coidar canto se escoita unha canción para non esgotar a mecha que a fai especial”.
Irrepetible, adrenalínico, alegría desbordada, o momento no que Esther e eu cantabamos coma tolas ” Testoy amando locamente” de Las Grecas, mentres conduciamos nunha longa estrada. Road movie con banda sonora surrealista.
Son as cancións ou son cando e con quen? Porque xa me diredes, eu escollendo esa frikada…
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